"Un político preso no puede detener la revolución"
O en este caso, un político popular preso puede iniciarla. Largo podemos debatir sobre los límites del posibilismo, así como sobre qué tan "revolucionario" puede o no ser el proyecto que tuvo Lula da Silva. Largo y tendido podemos discutir sobre el hecho de que la estructura económica y de dominación no cambió ni un poco a pesar de las enormes mejoras que obtuvieron amplios sectores de las masas desposeídas. Cierto.
No obstante, la defensa de Lula frente a la inminente amenaza del golpe militar que lanzaron las Fuerzas Armadas es tarea inmediata de todos los revolucionarios del mundo y en especial de latinoamérica. Aún más, la consigna de la defensa de Lula tiene que emplearse para canalizar este descontento en una verdadera salida a todo este escollo.
"La crisis está madura" diría Lenin. Este escenario en Brasil, que se suma al golpe judicial para destituir a Dilma y colocar Temer en el poder, le está quitando el velo que oculta las relaciones de poder en las instituciones de la "democracia" (burguesa). Las propias declaraciones del juez diciendo que "no encarcela a Lula por tener pruebas, sino por su convicción", dejan a la vista de todos que la mal llamada "justicia" no es más que otro aparato de dominación de la clase opresora. La democracia comienza a mostrarse como lo que es y no como lo que dice ser: esto es, se muestra al fin frente a todos como la democracia de los poderosos, como la dictadura del capital.
Las masas populares de Brasil no han siquiera temblado frente a la amenaza del golpe militar y en vez de encerrarse en sus casas, salieron con toda su furia a las calles a reclamar la libertad de Lula. La voluntad para luchar está, habrá que conducirla a buen puerto.
En este contexto, no se puede alimentar las esperanzas en las mismas instituciones que causaron este caos. Hacerlo sería apagar el fuego que enciende al capitalismo. Sería poñer paños frios en la lucha de clases y dejar que el sistema vuelva a recomponerse, como lo ocurrido en Argentina en el 2001. Hay que aprender las lecciones de la historia y hay que dar un paso definitivo para superar los límites del posibilismo y de las limitaciones autoimpuestas. Este es el momento de alentar a las masas obreras y populares a tomar el poder. Es el momento propicio para desenmascarar al capitalismo como lo que es y avanzar en la superación del mismo.
Habrá que ver si Lula se pondrá a la cabeza de la profundización de este proceso o si la salida restauradora cobra fuerza. Lo que no podemos dudar es que las fuerzas revolucionarias y marxistas deben poner todo su empeño en buscar la única salida: la alternativa por izquierda.
No al golpismo en Brasil ¡O povo quer #LulaLivre! ¡Por una salida definitiva!
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