Por Yassel A. Padrón Kunakbaeva
Llegan tristes noticias desde Bolivia. El golpe se consumó. Una vez más, los militares han decidido el juego en nuestros países latinoamericanos, pisoteando la Constitución que juraron defender. Evo y Linera renunciaron. Dijeron que para evitar mayores derramamientos de sangre. Lo que resulta el fin de un ciclo en la historia de esa nación andina, la misma que hace más de 50 años vio morir al Che.
Nadie puede negar que hubo golpe. La decisión de Evo de reelegirse puede ser cuestionada, pero no se puede obviar que hubo un fallo del poder judicial que autorizó su candidatura. En todo caso se puede decir que hubo una crisis institucional, así como problemas con el conteo de los votos. Lo que no se puede es negar que Evo era el presidente legítimo en funciones, hasta que otro presidente legítimo hiciera su toma de posesión. La intervención de las fuerzas armadas solo puede ser considerada un golpe.
Evo y su grupo cometieron errores. Cuando escuché que habían autorizado una auditoría de la OEA, pensé que debía tratarse de un plan maestro de Evo y Linera, porque si no, era una tremenda estupidez. Acostumbrado a la inteligencia de los dirigentes bolivianos, creí que tenían todo amarrado, plan y contraplan. Desde la distancia, me faltan datos para juzgarlos. El hecho es que la OEA llegó, entró y cumplió su papel.
Mi lado romántico me dice que Evo no debía renunciar, que debía quedarse como Allende hasta el final. Pero quiero esperar un tiempo antes de formarme un juicio completo. El tiempo dirá cuánto hubo o no de acertado en esa decisión. Quiero saber qué harán ahora Evo y el MAS. Quiero creer en sus palabras, cuando dijo que no ha traicionado a su pueblo, y que se quedará en Bolivia a luchar desde abajo, con sus trabajadores cocaleros.
¿Qué enseñanzas podemos sacar los cubanos de lo que ha pasado en Bolivia? ¿De lo que ha pasado con los procesos populares en América Latina? Eso es algo en lo que debemos pensar en esta hora crítica.
Lo primero es entender lo que ha pasado. Evo Morales logró convivir pacíficamente, por años, con la burguesía boliviana. Caminó por las vías de la democracia liberal burguesa, obteniendo en las últimas votaciones el 47% de los votos. Sin embargo, el sistema se lo sacó de encima, como un perro que se sacude el agua de lluvia. La derecha mostró su lado más violento y racista, llegándose a extremos como la violación de una joven indígena, a la que ahorcaron con sus propias trenzas. El ejército y la policía, demostraron ser fieles seguidores de la dominación oligárquica.
Evo era el presidente. El MAS logró cierta hegemonía durante años. Sin embargo, el sistema político de la democracia liberal, sobre todo en la forma que esta toma en Latinoamérica, con sus instituciones y aparatos de poder, sus partidos, su prensa, su justicia y sus militares, demostró ser efectiva.
La burguesía puede dejarte que te sientes en la cabecera de la mesa, pero ella sabe que suyas son la mesa, las sillas, las ventanas y la casa misma. Tarde o temprano te sacará a patadas de su casa.
Entonces uno no puede dejar de acordarse de Fidel, y de la claridad con que llevó adelante la Revolución Cubana una vez terminada la fase insurreccional. Él sabía que lo primero que había que hacer era eliminar el viejo ejército y la vieja policía, armar al pueblo, desquiciar todo el aparato institucional burgués. El triunfo y la permanencia de la Revolución en Cuba se lograron gracias a que fue barrido completamente el aparato institucional anterior, y a que se produjo un cambio cultural, donde incluso los conceptos de ese sistema político quedaron deslegitimados y en gran parte olvidados.
Claro, no es lo mismo triunfar con una revolución armada que ganar unas elecciones. En Cuba también tuvimos la suerte de que la burguesía abandonó el país en su mayoría. Perdieron por abandono del tablero.
Es bueno que hoy, sesenta años después, nos demos cuenta de que lo que más molesta y jode a los imperialistas de todas partes es que no tienen cómo entrarle al sistema cubano.
Viendo lo que ha ocurrido en Bolivia, lo que antes pasó en Argentina y Brasil, lo que pasa en Venezuela, no podemos sino alegrarnos por la suerte de tener la historia que tenemos, por haber erradicado ese andamiaje de la democracia liberal burguesa, un sistema trucado para beneficio de unas clases, las cuales en última instancia no respetan ni su misma democracia, y que a la menor oportunidad muestran su lado fascista.
No estoy diciendo que el sistema actual cubano sea perfecto. Tenemos grandes problemas que deben ser superados. Pero no nos debemos entusiasmar por los modelos de democracia que vemos en otras latitudes. No podemos tampoco dejar de aquilatar el acumulado cultural de nuestra historia reciente. Algo tan sencillo como que uno puede compartir con un teniente coronel en la parada de una guagua, nos habla de unas fuerzas armadas populares, que sin que todo sea perfecto, no están alejadas del pueblo. Eso es una utopía en Latinoamérica.
La imaginación se impone. Lo que vayamos a cambiar en nuestro país debe ser por la vía del socialismo. Debemos hacer realidad lo que se quedó en esbozo. Debemos añadir lo que se olvidó. Debemos construir la democracia socialista y popular de la que tanto se ha hablado.
Por supuesto que necesitamos un estado de derecho. Pero la justicia debe nacer de las entrañas del pueblo. No pueden ser esas mafias profesionales y clasistas que se ensañan con los países latinoamericanos. Necesitamos tribunales populares e independientes. Tal vez sea buena idea mirar a la antigüedad, a cómo funcionaba la justicia en la polis de Atenas o en la república romana, así como a la experiencia de la Comuna de París.
No podemos renunciar a unas fuerzas armadas populares. Sobre todo, debemos rescatar la idea fidelista de unas milicias populares. Un ejército del pueblo, para que nadie le pueda arrebatar su destino.
Necesitamos transparencia y participación comunicacional. El sistema arcaico de nuestra prensa escrita es una aberración que debe ser abandonada. Por suerte, el mundo digital nace con un nuevo sol, con participación ciudadana y gobierno electrónico. Al mismo tiempo, frente a los emporios mediáticos de la propaganda del capitalismo, se debe potenciar la utilización de los medios públicos por la misma ciudadanía, la creación de redes y medios contrahegemónicos.
Existe la necesidad de democracia, pero esta ante todo debe ser económica. Debemos empoderar los colectivos de trabajo. Allí está la experiencia de la autogestión en Yugoslavia. El plan debe hacerse por negociación colectiva, donde participen todos los sectores de la economía, pública, cooperativa y privada, donde estén los sindicatos y las autoridades políticas. Debería existir un Parlamento Económico que funcionara todo el año.
Necesitamos pluralismo, la asignatura pendiente del socialismo histórico. Pero no tiene sentido que en una sociedad en transición socialista este se construya con un sistema de partidos. La competencia de los partidos, basada en el dinero y la propaganda, es el terreno de juego de la burguesía. Lo que se debe es empoderar los espacios de base, y practicar el pluralismo en la base, el “decirlo todo”, el “buscarse problemas”. Permitir la pluralidad de programas en los cargos electos, darle presupuesto y poder a esos cargos para la solución de los problemas.
Entre todos, debemos encontrar un camino realmente revolucionario en la Cuba actual. Pero es mi firme convicción que la cosa no va por restablecer la democracia liberal burguesa. Para eso no cuenten conmigo. Hoy estamos viendo lo que ha pasado en Bolivia. Eso es una restauración violenta, en un país donde los cambios no fueron tan radicales. ¿Se imaginan lo que harían si pudieran los pro-oligarquía, pro-imperialistas, en Cuba, si se les creara la plataforma de su ascenso al poder?
Aceptar los conceptos del enemigo, es el primer paso para reconocerle una superioridad moral que él no tiene, es el camino a la auto-culpabilización, y es la puerta de la derrota y la muerte.
Fuente: https://jovencuba.com/2019/11/12/lecciones-de-una-derrota
Para contactar con el autor: yasselpadron1@riseup.net
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